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CONGREGAR ES UNA NECESIDAD ESPIRITUAL.

En el libro de Salmo 122.1, leemos: “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos”. Hemos vivido días difíciles, donde las "cosas terrenales" han llenado los corazones de quehaceres y ocupaciones, impidiéndonos de hacer lo mejor para Dios. Debemos entender que "congregar" no puede ser visto como una obligación religiosa, sino como una necesidad espiritual del verdadero cristiano. La Biblia nos revela que el propio Dios relacionó el culto a su “casa de oración” (2 Cr 7.15,16; Is 56.7; Mt 21.13; Mr 11.17; Lc 19.46). Es lógico que en el sentido físico, Dios no “habita” en “templos” hechos por manos de hombres, sin embargo, en el contexto espiritual, su presencia es real cuando nos reunimos en su nombre y guardamos su Palabra (Hch 7.48; 17.24 cf. 1 R 6.12,13; Mt 18.20). En los tiempos de la iglesia primitiva, las reuniones (cultos) se tornaron aún más frecuentes y más que una costumbre, el acto de “congregar” era enseñado como doctrina (Hch 2.46,47; 4.31; 5.42). Los discípulos juntamente con la iglesia fueron llamados y reconocidos como “cristianos” exactamente por el acto de congregar y valorar la Palabra (Hch 11.26). En la carta a los Hebreos 10.19-25, leemos: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón verdadero, y en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua limpia. Retengamos firme la profesión de nuestra esperanza, pues fiel es el que prometió. Y considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, mas exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. El hecho de congregar nos enseña a servir y adorar al Señor, valorando su Palabra y haciendo la obra con alegría (Stg 1.22,25 cf. Sal 100.2,4; 102.20). “Por tanto, amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que nuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Co 15.58).

Por Elder Dayvid Morais
Misionero en Guayaquil, Ecuador.
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